¿Quién se queda viviendo en la casa en una separación? En cada caso será diferente, primando en primer término el acuerdo entre los cónyuges y después aplicando una serie de derechos y preferencias en el ámbito legal.
A pesar de ello, en esta ocasión haremos hincapié en el hecho de que el derecho de uso de la propiedad familiar constituye una gran controversia, pues existe convivencia de dos esposos y el divorcio o la separación conlleva la separación de sus vidas, o como se suele decir en derecho, «separación de cuerpos».
Este hecho jurídico hace necesaria una segunda solución habitacional para la familia que se separa o divorcia, lo que añade una nueva crisis a la que va a azotar la economía de las familias españolas.
La separación, en términos económicos, también se puede volver un problema de una gran dificultad y problemática. A las cuestiones emocionales relacionadas con un divorcio o una separación cabe añadir los problemas económicos derivados de quién se queda viviendo en la casa.
Situaciones como “La casa es mía y mi pareja no quiere irse”, cada vez es una frase más repetida en las familias que están al borde de la separación o el divorcio, pues el derecho de uso del domicilio familiar cada vez tiene más importancia, al estar la situación económica más ajustada cada vez y con mayor temor a la recesión económica.
Los abogados de divorcio insisten, siempre es mejor un acuerdo. En un juicio nunca se llega a conseguir un resultado mejor al que los esposos podrían haber decidido amistosamente.
En ocasiones uno de los esposos se quiere separar pero el otro no, lo cual se puede convertir en una situación incómoda, también se puede dar el caso de que ambos cónyuges estén de acuerdo en separarse pero que las dificultades económicas derivadas de hacerse cargo de una nueva vivienda se lo impidan. Se puede enfocar desde el punto de vista de la mujer que quiere que su marido se vaya, o al revés, en ambos casos la situación es análoga, pero hemos optado por titularlo así, desde el punto de vista femenino de «me quiero separar pero mi marido no se quiere ir», pues parece ser que es la situación que más se repite, pero no se puede generalizar, menos aún ahora que ya se han superado los prejuicios sentimentales y jurídicos y ya no sólo existen relaciones heterosexuales.